El estado de las aguas en Chile

A nivel planetario se sabe que existe una crisis en torno a los recursos hídricos, ello debido a la progresiva escasez dada por una inminente degradación de este bien. En nuestro país esta situación se ha ido acentuando cada vez más. La escasez de las aguas ha sido generada por una mayor demanda de los recursos la que se ha intensificado por el crecimiento demográfico, la industrialización (dado por nuevos esquemas productivo-económicos), la contaminación y por posibles efectos del cambio climático. Por otro lado, las políticas y las normativas nacionales han acentuado mayormente la conflictividad en torno a la accesibilidad, uso y gestión de las aguas debido a la privatización y mercantilización de los recursos hídricos.

Debido a los emergentes conflictos en torno a las aguas, se plantea que es pertinente realizar una evaluación del estado y los usos de ésta en nuestro país, por lo que en este capítulo se profundizará este punto desde una perspectiva física, es decir desde una dimensión hidrológica. Por otro lado, el análisis de las aguas y marco jurídico será profundizado y analizado en el segundo capítulo.

Sostenemos desde ya que el uso sustentable de las aguas es un desafío urgente que debemos afrontar como país debido a la naturaleza del problema. Así se señaló en la Cumbre de Desarrollo Sustentable realizada el año 2002 en Sudáfrica, “el agua se ha instalado como uno de los temas fundamentales y de cuya gestión depende, en gran medida, el desarrollo sustentable de la humanidad”. Agregamos que es tarea de los diversos actores de la sociedad generar una nueva conciencia en torno al valor de los recursos hídricos considerando su fragilidad y su progresiva finitud.

Balance hídrico: disponibilidad de las aguas
“Chile cuenta con 1.251 ríos, los que se emplazan en las 101 cuencas principales existentes en el país. Además, hay más de 15.000 lagos y lagunas de todo tipo de formas y tamaños que constituyen un invaluable activo medio ambiental y turístico. En general, los recursos hídricos presentes en ellos contienen agua de buena calidad y son importantes reguladores de los flujos en las cuencas” (Salazar, 2003 en MOP, 2013).
Chile es un país disparejo en términos de la disponibilidad de los recursos hídricos. Desde una dimensión hidrográfica, las quince regiones que conforman el territorio, plantean características singulares en función de factores como el clima y el relieve los que inciden directamente sobre las variaciones del caudal los que definen el régimen hidrológico de un cuerpo de agua (lago, rio, estero).

“Dada la configuración geográfica de nuestro país los promedios nacionales presentan variaciones regionales significativas relacionadas con la extensión latitudinal del país que resulta en una diversidad de climas que van, de norte a sur, desde extremadamente seco a extremadamente lluvioso, lo que a su vez resulta en una diversidad de ecosistemas y de recursos naturales y, por lo tanto, en una distribución regional heterogénea de las actividades productivas y del uso del agua” (Orrego, 2002). La distribución y disponibilidad de las aguas es desigual a lo largo del territorio nacional.

Las precipitaciones son parte importante del ciclo hidrológico, la pluviosidad (concentración de precipitaciones) contribuye de forma importante a la disponibilidad de las aguas. “Según un estudio efectuado por la DGA, la precipitación media anual del país es de 1.522 mm, cifra que supone un volumen total de 1.152 km3. De ese volumen, 884 km3 se convierten en escorrentía y 268 km3 vuelven a la atmósfera, ya sea como evaporación directa de lagos, lagunas naturales y embalses o como evapotranspiración” (Bravo, P; Aedo, M & Larraín, S, 2004:9).

Por otro lado, “aunque la escorrentía a nivel nacional es mayor a la media mundial y similar a la media de América del Sur, el norte del país presenta tasas mínimas, que no alcanzan al 10% del promedio mundial. Mientras el caudal total en la I y II Región se estima en 21 m3, desde las regiones III a la X éste asciende a 9.000 m3, llegando a los 20.000 m3 en la XI y XII Región” (Orrego, 2002).

Respecto la disponibilidad de aguas, “en 1992, la disponibilidad promedio del país alcanzaba los 5.475 metros cúbicos al año por habitante (m3/hab/año)” (Informe país, 2002). Por otra parte, “los recursos hídricos disponibles por habitante desde la Región Metropolitana hacia el Norte son insuficientes. No llegan a 1.000 m3/hab/año e incluso en algunos sectores apenas alcanzan la mitad de ese valor” (Informe país, 2000).
La relación entre demanda y disponibilidad de los recursos hídricos mejora sustancialmente desde la VI hasta la IX Región. A partir de la X región hacia el Sur hay más oferta que demanda, superando -en las zonas más australes- hasta en 60 veces la disponibilidad existente en la zona Norte (Bravo et al, 2004:8).

La situación de la disponibilidad de los recursos hídricos también se ve afectada por la sequia. Esta puede ser dada de forma natural o puede generarse por efectos antrópicos a través de las demandas ejercidas por los esquemas productivos y de desarrollo. “Las sequías se caracterizan por su duración (dimensión temporal), extensión (dimensión espacial: zona afectada), intensidad (efectos medidos en forma más bien subjetiva) y magnitud (disminución medida del recurso). Se distinguen sequías meteorológicas, por ausencia de precipitaciones; agrícolas, por falta de agua en las raíces de las plantas, e hidrológicas, por déficit en los caudales de los ríos. En Chile las sequías son recurrentes ya que se considera que gran parte de su territorio se encuentra ubicado en una zona de transición climática, con una alta variabilidad interanual de las precipitaciones. Dependiendo de la latitud, tanto glaciares y lagos, así como las cuencas mismas -que aportan aguas subterráneas-, contribuyen a morigerar los períodos de sequía” (Orrego, 2002).

Otro fenómeno que incide en la disposición de las aguas lo configuran los posibles efectos del cambio climático. Existe un consenso por parte de los científicos quienes han llegado a sostener que Chile es particularmente sensible a los cambios del sistema climático a nivel global, el argumento que subyace dicho planteamiento es porque gran parte de la extensión del país se ubica en una zona de transición climática. “Las mediciones realizadas a lo largo de casi cien años muestran una disminución sostenida de las aguas caídas en el norte chico y en la zona central de Chile. Las predicciones de la DGA, en este sentido indican que, de acentuarse el cambio climático relacionado con el calentamiento global, la oferta de agua se verá afectada en la misma zona del país que hoy sufre problemas de escasez y sequía, es decir, desde la Región Metropolitana hasta Copiapó” (Orrego, 2002). En estudios realizados por el Departamentos de Geofísica de la Universidad de Chile a través de la Corporación Nacional de Medioambiente (2006) con la finalidad de proyectar las variaciones climáticas en Chile a fines del siglo XXI, se trabajó en base dos posibles escenarios: uno moderado y otro severo. Los principales resultados de este estudio, dicen relación con las temperaturas y precipitaciones lo que puede ser resumido en los siguientes puntos: (I) en todo el país se apreciaría aumento de temperatura en ambos escenarios; (II) la mayor variación de temperatura sería en el norte grande, norte chico y mayormente en la zona andina; (III) en el norte del país, en el sector altiplánico, se produciría un aumento de precipitaciones durante primavera y verano; en el norte chico se estima un aumento pluviométrico durante el invierno; (IV) en la zona central los resultados indicarían disminución de precipitaciones particularmente en latitudes medias (V a VIII regiones), y en las estaciones de verano y otoño; (V) en el sur (dónde se sitúa La Araucanía) habría una disminución de precipitaciones hasta de un 50% en verano, manteniéndose prácticamente inalterada la situación en invierno. (VI) la región Austral presentaría una disminución de la precipitación de un 25% aproximadamente, en verano, normalizándose hacia el invierno. En el extremo austral se apreciaría un leve aumento de las precipitaciones (de hasta un 20%), que se mantendría durante todo el año. Estos estudios coinciden en la apreciación de que en general se presentarían cambios en las medias térmicas (aumento) y en los regímenes pluviométricos (reducción) (CONAMA, 2006; CEPAL, 2009).

Respecto de la calidad de las aguas, según información de la DGA en el norte grande se caracterizan por su alto contenido salino. La salinidad aumenta en el norte chico a medida que se adentran a los cursos medios e inferiores de los valles. La calidad de las aguas en la zona central mejora considerablemente en comparación de las aguas del norte. En tanto en la zona sur (desde VIII) las aguas superficiales se señalan de excelente calidad producto de las abundantes precipitaciones.

En torno a la contaminación de las aguas, entendemos que puede ser alterada y no apta para el consumo de los organismos vivos ya sea de forma natural o artificial. Ambos tipos de contaminación son puntuales y específicos a cada región o zonas del país, por otro lado también depende directamente de las actividades productivas y económicas en los diferentes sectores del territorio. “La contaminación artificial es provocada por el ser humano al usar las aguas en forma directa o como receptora de desechos de actividades domésticas, agrícolas e industriales. El vertido de aguas servidas domésticas o de residuos líquidos industriales a los cuerpos de agua degrada la calidad del recurso al concentrar en éste elementos tales como gérmenes patógenos o materia orgánica, o al cargarlo de productos tóxicos” (Orrego, 2002).

En relación al estado de las aguas subterráneas, el mapa hidrogeológico de Chile de la DGA (1986) distingue tres “provincias” muy distintas entre sí, la primera de ellas es la provincia altiplánica las cuales tienen elevada productividad y calidad de agua aceptable, siempre que no estén expuestos a la influencia de los salares. Son fundamentales para responder a la demanda doméstica y minera de las zonas costeras aledañas. En segundo lugar reconoce la provincia andina vertiente pacífico, la que a su vez se divide en sub provincias. La primera de ellas es Norte grande, el cual tiene acuíferos adyacentes a los escasos cauces superficiales, y otros ubicados en el sistema de la pampa del Tamarugal y en el desierto de Atacama. Presentan limitaciones de uso por su calidad química natural y/o por tener recargas muy reducidas. El segundo corresponde a valles centrales, los que generalmente son acuíferos libres que circulan bajo tierra siguiendo el ciclo hidrológico superficial. Se alimentan a través de la infiltración de los cursos de agua superficiales y presentan una productividad bastante elevada. La tercera subprovincia es identificada como la central sur (33° a 42° latitud sur), esta se caracteriza porque la mayoría de los acuíferos son “libres” (no están restringidos a las cajas de los ríos), se recargan de distintas fuentes (ríos y lluvias) y tienen una productividad bastante alta: sobre los 10 m3/h/m. También hay algunos acuíferos confinados, encerrados entre capas de rocas o de algún sedimento sólido. La cuarta corresponde a la zona de canales (42° a 56° LS): Es el más pobre en aguas subterráneas debido a sus características geológicas. Por último encontramos a la pampa magallánica la que posee acuíferos de productividad limitada.

La tercera provincia identificada por la DGA corresponde a las cuencas costeras, aquí por lo general, los acuíferos son libres de pequeña extensión y con espesores inferiores a 100 metros. Los pozos instalados presentan una productividad mediana o baja. En aquellos que se utilizan para abastecer poblaciones costeras, se han detectado con cierta frecuencia problemas de intrusión salina.

Usos de las aguas
El uso de las aguas en nuestro país es moderado a través de los derechos de agua que son otorgados por medio de la Dirección General de Aguas. De esta forma se distingue los usos del agua entre aquellos que captan el agua desde el cauce, que pueden ser consuntivos y no-consuntivos y aquellos que se realizan directamente sobre las aguas. El uso consuntivo, consiste en la utilización de los recursos hídricos para el consumo, impidiendo su reutilización o su regreso a los cauces en las mismas condiciones que las previas a ser usados. Por otro lado, el término de uso no consuntivo se refiere al uso de aguas sin consumir el recurso. Quienes se acogen a esta modalidad, deben devolver el agua a sus cauces (ríos) sin perjudicar a los usuarios existentes aguas abajo. Es pertinente precisar aquí que la fiscalización en torno a este tipo derechos de aguas es bajamente fiscalizada.

“De acuerdo a evaluaciones realizadas por la DGA (1999), la cantidad de agua utilizada en el país alcanza aproximadamente a un flujo continuo de 2.000 m3/s. De esta cantidad, el 67.8% corresponde a usos hidroeléctricos, o no-consuntivos, y el 32.2% a usos consuntivos. Prácticamente el total de usos no consuntivos corresponde a la generación de energía hidroeléctrica” (Orrego, 2002).

En relación a los usos consuntivos, los principales usos son domésticos, agrícolas minero e industrial. “El sector agrícola es el principal usuario de agua, con extracciones de alrededor de un 73%, y la minería y los usos industriales comparten un 21%. La hidroelectricidad efectúa el mayor uso no consuntivo del recurso hídrico. El nivel de competencia entre estos usos varía a lo largo del país y es particularmente aguda en las áreas norte y central, donde desde mediados del siglo XX toda el agua superficial ya fue asignada” (MOP, 2013). “Es así que el uso consuntivo del agua en los distintos sectores productivos es variable a lo largo del país. En algunas regiones del país la mayor demanda de agua la ejerce la minería (Ia, IIIa), en tanto que en otras lo hace el riego (Ia; IVa; VIa). En las regiones centro-sur del país (Va a IXa), así como en las australes (XIa y XIIa) la generación de energía hidroeléctrica representa la mayor demanda de agua” (Orrego, 2002).

“Tres cuartas partes de los recursos hídricos del país se utilizan en la generación de energía hidroeléctrica, mediante el uso de derechos no consuntivos. Este es el sector que más creció (145%) entre 1990 y 1999, muy por encima del incremento en la agricultura (18,5%), agua potable (24,4%), industria (44,8%) y minería (16,9%) en el mismo período. Los usos hidroeléctricos consumen 10.200 litros por habitante al día, lo que equivale a 48 veces el consumo doméstico, 46 veces el minero, 32 veces el industrial y 2,5 veces el consumo agrícola.

Respecto de los volúmenes de agua de consumo en nuestro país se puede sostener que “son los más altos de América Latina y presentan tasas tan elevadas como las de países con igual o mayor crecimiento económico (en términos del Producto Interno Bruto). La creciente demanda de recursos hídricos se atribuye, entre otras razones, al incremento de la población, al crecimiento económico y a las nuevas necesidades generadas por la variación de la calidad de vida” (Bravo et al, 2004:15).

Los antecedentes hasta aquí vistos corresponden a una descripción general de la disponibilidad y de los usos de las aguas a lo largo del territorio nacional. Para conocer de forma más focalizada el contexto de nuestra área de estudio, nos adentraremos a la situación de la IX región de La Araucanía respecto a la situación de sus aguas.

“La Araucanía se ha caracterizado históricamente por la abundancia hídrica derivada principalmente de los altos niveles de pluviosidad, la concentración de importantes sistemas hidrológicos conformados por grandes cuencas hidrográficas, sistemas freáticos y lacustres. Sin embargo, la deforestación del territorio, el reemplazo del bosque nativo por monocultivo de cereales (primera mitad del siglo XX), y posteriormente, el desarrollo de un modelo forestal basado en monocultivo de pinos y eucaliptus (1970 a la fecha), ha impactado en la región de la Araucanía generando alteraciones graves en la disponibilidad de agua, incluidas numerosas zonas que a principios del 1900 se catalogaban como humedales y actualmente se encuentran en avanzado proceso de desertificación a consecuencia de la deforestación, lo cual ha impactado fuertemente a la población local y en particular a las comunidades mapuche” (Peralta, Celis y Bragg 1996, Montalba, 2004; Montalba, Carrasco y Araya, 2006 en Montalba 2013:109).

La industria forestal comienza a perpetrarse bajo el decreto de Ley N° 701 que nace en el año 1974 con el objetivo de impulsar el desarrollo de la actividad forestal de plantaciones exóticas. Son múltiples los efectos de éste modelo industrial, considerando impactos culturales, sociales, demográficos, paisajísticos y ambientales. Dentro de este último cabe señalar las importantes “modificaciones en el ciclo hidrológico, generando escasez de aguas superficiales en las comunidades vecinas, disminución de la biodiversidad y aumento de la erosión, cuando se procede a la cosecha de los bosques artificiales. Esto, porque el proceso se realiza a tala raza, dejando el suelo desnudo y desprotegido frente a las lluvias” (Montalba & Carrasco, 2005).

La disponibilidad de aguas se ve importantemente afectada por la consecutiva demanda de los recursos hídricos a manos de los lineamientos productivistas que forman parte de las estrategias de desarrollo en la región. Por otro lado, y como se planteó anteriormente, hay una significativa consideración de los posibles efectos del cambio climático (aumento de temperaturas, disminución de precipitaciones) que incidirían en la escasez de las aguas. Específicamente en esta zona la CONAMA (2006) advierte “veranos más cálidos y pérdidas de pluviosidad del orden de un 40%, y en la primavera de un 25%. Esta zona denominada secano interior se encuentra en la ladera oriente de la cordillera de Nahuelbuta (800 msnm), la cual actúa como biombo climático disminuyendo las precipitaciones de la región y generando un marcado periodo de déficit hídrico (Rouanet, Romero & Demanet, 1988).

Por otra parte, se “prevé un desplazamiento desde la zona centro-norte del país de actividades económicas intensivas del uso de agua, como la fruticultura con fines de exportación. En la actualidad este proceso resulta evidente en La Araucanía, observándose un incremento exponencial de huertos frutales bajo riego (principalmente arándanos, manzanos, cerezos y avellano europeo), los cuales en muchas zonas han desplazado sistemas agrícolas tradicionales del secano (ODEPA, 2010 en Montalba 2013:109). Ante la cantidad de factores que pronuncian la constante demanda de agua y consecuentemente “estrés hídrico”, se adhiere “la explotación de recursos hídricos para la generación de energía eléctrica bajo la modalidad de mini centrales de pasada, las que junto a la salmonicultura alteran en muchos casos los cursos y cuencas ubicadas en las cercanías o en tierras reclamadas por comunidades mapuche” (INDH, 2013). La actividad económica de la industria salmonera, ocupa importantes acuíferos en la región con el objeto de criar los alevines, los que posteriormente son trasladados hacia otras regiones al sur de Chile. En función de la importante actividad que se genera a través de la generación de hidroelectricidad en esta región, el informe País (1999) prevé que la demanda de la potencial instalación de centrales hidroeléctricas aumentaría hasta en un 30% en el año 2020.

Como se puede deducir, los posibles efectos del cambio climático aunado a las diversas actividades económicas que se desarrollan actualmente en la región de La Araucanía, nos muestran un escenario de escasez de los recursos hídricos que se está acentuando cada vez más. A su vez, la disponibilidad de las aguas pone de manifiesto evidentes escenarios de conflictividad ante un recurso que cada vez más se torna más preciado ante la competencia de las diversas inversiones. Cabe destacar, que la situación de la población, en especial de comunidades mapuche es bastante compleja ya que parte importante de la región depende del agua que se distribuye a través de camiones de aljibes los que son suministrados por las municipalidades. Por último, es inevitable reflexionar en torno a las prioridades de uso de las aguas. Ya que si pensamos en el desarrollo de nuestra región se debería garantizar primeramente el acceso a toda la población de este bien que se configura como esencial, pues aquí se cubre una de las condiciones básicas del ser humano.

Para finalizar, se plantea como necesario en base a lo desarrollado, la urgencia de crear una estrategia del uso sustentable de las aguas en nuestro país considerando los posibles efectos del cambio climático y de los efectos antrópicos que hemos venido generando sobre el medioambiente, y particularmente sobre las aguas, afectando claramente la actual disponibilidad de estos recursos hídricos. Por otro lado, consideramos que es tarea de todos los actores de la sociedad, hacernos responsables de este tema que aparentemente no se posiciona en la cartera pública con toda la atención que merece. Resulta urgente hacernos cargo ahora de un “buen manejo” de los recursos naturales para no comprometer a las generaciones futuras por nuestras malas gestiones, egoísmo o simple inacción, por el hecho de tomar una posición cómoda y no ser actores gestores de conciencia y cambio.

Por: Conny Ortiz

Bibliografía
Bravo, P; Aedo, M & Larraín, S. (2004). Agua: ¿dónde está y de quién es? para entender lo que ocurre con las aguas en Chile. Santiago: editorial LOM.
CEPAL. (2009). La economía del cambio climático en Chile. Documento N°288, 1-89.
CONAMA. (2006). Estudio de la variabilidad climática de Chile para el siglo XXI. Estudio realizado por el Departamento de Geofísica. Facultad de Ciencias físicas y matemáticas de la Universidad de Chile. 24 (6) 1073-1087.
Informe País. (2002). Estado del Medio Ambiente en Chile. Universidad de Chile, Instituto de Asuntos Públicos. Ediciones LOM.

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Jaramillo, L.(2013). Cinco décadas de transformaciones en La Araucanía Rural. POLIS. Santiago, 12 (34), 147-164.
Montalba, R. (2013). “Modernización” de sistemas agrícolas tradicionales, agrobiodiversidad y riesgo. Un análisis agroecológico a partir de la realidad e historia de los mapuche de Chile en: Nicholls, C; Ríos, L y Altieri, M (coordinadores), Agroecología y resiliencia socioecológica: adaptándose al cambio climático. Editorial CYTED, Colombia.1-207.

Montalba, R & Carrasco, N. (2005). “Desarrollo Sostenible o Eco-Etnocidio?: El Proceso de Expansión Forestal en Territorio Mapuche-Nalche de Chile”. AGER: revista de estudios sobre despoblamiento y desarrollo rural. España. N°4, 101-133.

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Rouanet, J; Romero, o & Demanet. (1988). Áreas agroecológicas en la IX Región. IPA.Carrillanca.
Orrego, J. (2002). El estado de las aguas terrestres en Chile: cursos y aguas subterráneas. Terram. Santiago 1-69.

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