Grain Internacional publicó un informe titulado “Hambrientos de tierra” que es lapidario: el 90% de las y los agricultores del mundo son campesinos e indígenas, pero controlan menos de un cuarto de la tierra agrícola mundial, sin embargo, producirían la mayor parte de la alimentación de la humanidad. Además alerta que si los indígenas siguen perdiendo su tierra el mundo perderá su capacidad de alimentarse. Por eso recomienda devolver urgentemente la tierra a manos de los pueblos del campo, y luchar por procesos de reforma agraria y restitución territorial que hagan real el derecho a una vida digna.
Grain calculó con los datos oficiales disponibles en los distintos países del mundo que “la gran mayoría de las fincas del mundo son pequeñas fincas campesinas y se están tornando cada vez más pequeñas”, relegadas en su mayoría a menos de un cuarto del total de la tierra agrícola mundial. Como contra parte, “las grandes fincas se tornan cada vez más grandes”, señala el estudio aclarando que, pese a lo anterior, las fincas campesinas e indígenas “siguen siendo las mayores productoras de alimentos en el mundo”.
Hay dos cosas que constituyen una verdadera alarma para la humanidad. Primero, la concentración de la tierra que es un fenómeno mundial en el que se está viviendo algo así como una “contra-reforma”, una especie de reforma agraria “en reversa”, que en América Latina se evidencia con el golpe de Estado paraguayo impulsado por los empresarios agrícolas, la expansión masiva de las plantaciones de soya, especialmente en Argentina y Uruguay. Obviamente, en todos estos procesos “la tierra le está siendo usurpado a los pequeños productores y sus familias por élites y poderes corporativos que están arrinconando a la gente en propiedades cada vez más pequeñas”.
Segundo, “las fincas campesinas ocupan menos de una cuarta parte de toda la tierra agrícola del mundo o menos de una quinta parte si se excluye China e India de este cálculo”. Es decir, que cada día la cantidad de tierra en manos campesinas es cada vez menor y “si esta tendencia persiste no serán capaces de continuar alimentando al mundo”, expresa el informe.
Como ejemplo de eso el estudio muestra datos de Chile explicando que en la década comprendida entre 1997 y 2007, nuestro país perdió el 15% de todas sus fincas, y aún peor si se disgregan los datos para mostrar que “las fincas de mayor tamaño, con propiedades de más de 2 mil hectáreas, se incrementaron 30% en número pero, duplicaron su tamaño promedio desde 7 mil a 14 mil hectáreas por finca”. La concentración de la tierra en Chile es un hecho.
Tierra fértil ocupada para materias primas industriales de exportación
Grain señala en su estudio que la tierra agrícola fértil está siendo ocupada por grandes fincas que producen materias primas industriales para exportación, “presionando a los pequeños productores a una siempre decreciente participación sobre la tierra agrícola mundial”.
La razón más importante de este despojo es el crecimiento de los monocultivos industriales, lo que trae como consecuencia el desplazamiento de tierras agrícolas y el agua “desde la esfera de producción local de alimentos hacia la producción de insumos para la transformación industrial”. Esto se debe solamente a la expansión de solo cuatro monocultivos: soya, palma aceitera, raps y caña de azúcar que han “cuadruplicado la superficie ocupada durante las últimas cinco décadas”.
Campesinos alimentan el mundo
Pese a los alarmantes datos, el estudio establece claramente que “los campesinos aún son los que producen la mayoría del alimento” del mundo. Y, “la agricultura campesina produce hasta 80% del alimento en los países no industrializados”. Algunas razones se deberían a que “las fincas pequeñas tienden a ser más productivas que las grandes”, pero también en que las fincas pequeñas o campesinas “priorizan la producción de alimentos” ya que tienden a “centrarse en el mercado local y nacional y en sus propias familias” y, pese a que su producción no está registrada en las estadísticas nacionales, “llega a quienes la necesitan: los pobres rurales y urbanos”.
El estudio muestra a Chile como ejemplo de ello: En el año 1997, los pequeños agricultores eran dueños del 6% de la tierra y producían: 51% de las hortalizas; 40% de los cultivos extensivos; 26% de los cultivos industriales (betarraga azucarera, maravilla, raps); 23% de las frutas y viñas; 22% de los cereales y el 10% de las praderas.
Finalmente, expresan que “el verdadero desafío para alimentarnos en el futuro sería es devolver el control y los recursos a los campesinos y pueblos indios y promulgar políticas agrícolas para apoyarlos”.
“El estudio también aborda el rol de la mujer en la agricultura campesina y familiar y sostiene que “menos del 2% de los titulares de tierras a nivel mundial son mujeres, aunque las cifras varían ampliamente”, sin embargo explica que la mayoría de las veces, donde la tierra está registrada como propiedad familiar o colectiva, “los hombres gozan de poderes más amplios sobre ella que las mujeres”. Ejemplo de ello es que “los hombres pueden tomar decisiones sobre la tierra en nombre de ellos mismos y sus cónyuges, pero las mujeres no pueden. Otro impedimento es que al otorgar créditos los gobiernos y bancos requieren que las mujeres presenten alguna forma de autorización de sus esposos o padres, en tanto que los hombres no tienen tal exigencia”.