BDS: Solo la fuerza de la gente puede acabar con la masacre en Gaza y Palestina

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“Ha llegado el momento. Hace mucho que llegó. La mejor estrategia para poner fin a la cada vez más sangrienta ocupación es convertir a Israel en objetivo del tipo de movimiento mundial que puso fin al régimen de apartheid en Sudáfrica. En Julio de 2005 una gran coalición de grupos palestinos planeó justamente eso. Hicieron un llamamiento a las “personas concientes de todo el mundo para imponer amplios boicots y adoptar contra Israel iniciativas de desinversión similares a las adoptadas contra Sudáfrica en la época del apartheid”, escribió en enero de 2009 la intelectual estadounidense, Naomi Klein, en The Nation.

Había nacido la campaña Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) contra Israel, una campaña que ya entonces recibía el apoyo de judíos de Israel. En aquella oportunidad la Franja de Gaza, un territorio cercado por aire, tierra y mar, también estaba siendo objeto de un ataque militar del Estado Hebreo, y unos 500 israelíes, decenas de ellos conocidos artistas y académicos, enviaron una carta a los embajadores extranjeros en Israel. En ella hacían un llamamiento para que se tomaran “medidas restrictivas y se sancionara (a Israel)” y dibujaban un claro paralelismo con la lucha antiapartheid. “El boicot contra Sudáfrica fue eficaz, pero a Israel se le trata con guante de seda (…) Este respaldo internacional debe cesar”, explicaba Klein.

Hoy, casi cinco años más tarde, vemos como un nuevo ataque israelí, si bien es condenado mundialmente por organizaciones sociales y personas que llaman a un alto al fuego, Israel continúa con su operación militar, llamando a miles de reservistas, utilizando fósforo blanco en escuelas, hospitales y casas palestinas, explicando que son daños colaterales en un territorio que tiene las fronteras cercadas y administradas por Israel.

La campaña de Boicot, Desinversión y Sanciones contra Israel (BDS) está sumando cada día a más organizaciones, personas, intelectuales y académicos. Tanto desde Israel, como de otras latitudes, la gente se ha hecho eco de este llamado de la sociedad civil palestina lanzado el año 2005. Pues, la única forma de acabar con la masacre que hoy se ve televisada desde Gaza –con medios de comunicación que hablan de conflicto palestino-israelí como si las fuerzas fueran equivalentes-, lleva 66 años de forma ininterrumpida anexando tierras, violando las normativas y resoluciones dictadas de los organismos internacionales y la comunidad internacional, y rechazando el derecho al retorno de los palestinos de la diáspora producto de la Nakba (catástrofe).

Justamente, es a eso a lo que apunta esta campaña no violenta: que Israel cumpla el derecho internacional, dé plenos (e iguales) derechos a los palestinos que viven en Israel, y otorgue el derecho al retorno a los refugiados palestinos. Tres cosas fundamentales que se deben recordar a la hora de comprar un producto, firmar un acuerdo comercial, académico, cultural que tenga el sello israelí. Una obra de arte, cultura que sirve para lavar la imagen del Estado Hebreo; un renombrado intelectual judío, que lava la imagen violenta de Israel hablando de paz y del ejemplo democrático de su país en medio de tantas dictaduras; acuerdos militares entre estados, artefactos de última generación probados muy probablemente contra palestinos en este tipo de operaciones militares como las que hoy se ven en Gaza; productos hechos en el Mar Muerto o en territorios ocupados.

Cualquier institución que quiera mantener limpia su imagen deberá evitar aparecer apoyada por o haciendo un evento de Israel. Sino, simplemente: boicot… a no ser que adhieran a los principios de la campaña BDS. Así lo han entendido diversas instituciones en el mundo, así lo ha entendido la gente que se ha movilizado presionando cada espacio para limpiar de sangre palestina del mundo. El BDS está en manos de la gente. Nadie lo puede detener.

Retomando la claridad de Naomi Klein: “Las sanciones económicas son las herramientas más eficaces de que dispone el arsenal de la no violencia. Renunciar a ellas raya en la complicidad activa”.

Principales objeciones que se hacen a la campaña BDS y sus contraargumentos, por Naomi Klein

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1. Las medidas punitivas no servirán para persuadir a los israelíes sino para acrecentar su hostilidad. El mundo ha intentado lo que solía llamarse “compromiso constructivo” y ha fracasado estrepitosamente. Desde 2006 Israel ha ido aumentando constantemente su nivel de criminalidad: ampliando asentamientos, iniciando una atroz guerra contra el Líbano e imponiendo un castigo colectivo a Gaza a través del brutal bloqueo. A pesar de esa escalada Israel no ha sufrido ningún castigo, sino todo lo contrario. Las armas y los 3.000 millones de dólares anuales de ayuda que los USA envían a Israel son solo el principio. A lo largo de este período clave Israel se ha beneficiado de una notable mejora en sus actividades diplomáticas, culturales y comerciales con gran número de aliados. Por ejemplo, en 2007 Israel se convirtió en el primer país no latinoamericano en firmar un acuerdo de libre comercio con Mercosur. En los nueve primeros meses del 2008 las exportaciones israelíes a Canadá aumentaron el 45%. Un nuevo acuerdo comercial con la Unión Europea duplicará las exportaciones israelíes de alimentos procesados. Y el 8 de diciembre los ministros europeos “mejoraron” el Acuerdo de Asociación UE-Israel, una recompensa por la que Israel suspiraba desde hace mucho tiempo.

Este es el contexto en el que los dirigentes israelíes comenzaron su última guerra confiando en que no les iba a suponer costos significativos. Es notable que tras más de siete días de guerra el índice de referencia de la Bolsa de Valores de Tel Aviv haya subido un 10.7%. Cuando no funcionan las zanahorias es preciso recurrir a los palos.

2. Israel no es Sudáfrica.

Por supuesto que no lo es. La relevancia del modelo sudafricano es que demuestra que las tácticas del BDS pueden ser eficaces cuando medidas más suaves (protestas, peticiones, cabildeos) han fracasado. Y en los territorios palestinos ocupados se detectan inequívocos y profundamente angustiosos ecos del “apartheid” de Sudáfrica: documentos de identidad y permisos de viaje de colores distintos, viviendas arrasadas y expulsiones forzosas, carreteras para uso exclusivo de los colonos judíos. Ronnie Kasrils, un destacado político de Sudáfrica, dijo que la arquitectura de segregación que observó en Cisjordania y Gaza es “infinitamente peor que el apartheid”. Eso fue en el 2007, antes de que Israel comenzara su guerra total contra la prisión a cielo abierto que es Gaza.

3. ¿Por qué elegir a Israel como único objetivo de la campaña BDS, cuando los Estados Unidos, Gran Bretaña y otros países occidentales hacen lo mismo en Irak y Afganistán?

 El boicot no es un dogma sino una táctica. La razón por la que la estrategia del BDS deba ser intentada contra Israel es de tipo práctico: en un país tan pequeño y dependiente del comercio podría dar resultados.

4. Los boicots cortan los canales de comunicación; lo que necesitamos es más diálogo, no menos.

Voy a responder a esta objeción con una historia personal. Durante ocho años mis libros han sido publicados en Israel por una casa comercial llamada Babel. Pero cuando publiqué The Shock Doctrine quise respetar el boicot. Con el asesoramiento de activistas de BDS, entre ellos el maravilloso escritor John Berger, me puse en contacto con una pequeña editorial llamada Andalus. Andalus es una editorial militante profundamente involucrada en el movimiento de lucha contra la ocupación israelí y la única editorial israelí dedicada exclusivamente a la traducción al hebreo de libros árabes. Redactamos un contrato para garantizar que todos los ingresos procedentes de la venta del libro sean destinados al trabajo de Andalus, sin reservarme nada para mí. En otras palabras, estoy boicoteando la economía israelí pero no a los israelíes.

Sacar adelante nuestro modesto plan de publicación requirió docenas de llamadas telefónicas, correos electrónicos y mensajes instantáneos entre Tel Aviv, Ramallah, París, Toronto y la ciudad de Gaza. Lo que quiero decir es lo siguiente: desde el momento en que se empieza a aplicar una estrategia de boicot el diálogo aumenta dramáticamente. Y ¿por qué no debería hacerlo? Para construir un movimiento se requiere un flujo de comunicación incesante, como recordarán muchos activistas de la lucha antiapartheid. El argumento de que apoyar los boicots significará romper los lazos entre unos y otros es particularmente engañoso habida cuenta de la variedad de tecnologías de la información que tenemos al alcance de las manos a precio módico. Estamos inundados de formas para transmitir nuestros argumentos a través de las fronteras nacionales. No hay boicot que nos pueda detener.

Justamente ahora muchos orgullosos sionistas se están preparando para obtener beneficios récord. ¿Acaso no es cierto que muchos de esos juguetes de alta tecnología proceden de parques de investigación israelíes, líderes del mundo en infotecnología? Sí, es cierto, pero no todos ellos van a salir beneficiados. Varios días después de iniciado el asalto israelí contra Gaza, Richard Ramsey, director gerente de una empresa británica de telecomunicaciones especializada en servicios de voz via Internet, envió un correo electrónico a la empresa de tecnología israelí MobileMax: “Como consecuencia de la acción emprendida por el gobierno israelí en los últimos días ya no estamos en condiciones de considerar seguir haciendo negocios con usted o con ninguna otra empresa israelí”.

Ramsey dice que su decisión no fue política. Simplemente, no quieren perder clientes. “No podemos permitirnos el lujo de perder a uno solo de nuestros clientes”, explica, “de modo que se trata de una decisión comercial puramente defensiva”.

Fue este tipo de frío cálculo empresarial lo que llevó a muchas empresas a retirarse de Sudáfrica hace dos décadas. Y es precisamente el tipo de cálculo sobre el que se asienta nuestra esperanza más realista de lograr la justicia negada durante tanto tiempo a Palestina.

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