Desde 1935 Chile construyó su modernidad con fibras de asbesto-cemento, al igual que la mayoría de los países del mundo desde inicios del siglo XX. El valor económico de este mineral, junto a sus características “óptimas” para la construcción hacían del asbesto el material idóneo para sacar adelante la tarea del desarrollo impuesto desde la Revolución Industrial.
El asbesto es un grupo de minerales, que presenta diversas características físico-químicas beneficiosas para el mundo de la construcción, el más importante es su resistencia al fuego. Sin embargo, está comprobado y consensuado que, al ser ingeridos o inhalados por el ser humano, todos los tipos de asbesto son carcinógenos [1], por más que algunas instituciones financiadas por gobiernos o empresas productoras de asbesto, como el Instituto del Amianto en Canadá, insistan en que puede ser utilizado de forma segura. Este mineral no es biodegradable y se mantiene en el ambiente permanentemente.
Desde mediados del siglo XX, Chile edificó su porvenir en base a asbesto cemento, y actualmente este mortal mineral está presente en nuestra vida cotidiana en los miles de techos, pavimentos, cañerías, pisos y decenas de productos que lo contienen, pues fue el Estado a mediados de los años 50 que, tras generar una importante alianza estratégica con la principal empresa productora de materiales con asbesto -Pizarreño S.A.-, realizó un conjunto de planes de obras públicas de diversa envergadura así como la construcción de miles de viviendas sociales [2].
En Chile este mineral se utilizó principalmente en productos elaborados a partir de la mezcla entre fibras de asbesto crisolito y cemento. La mayor peligrosidad para los seres humanos al estar frente a materiales construidos con asbesto, es cuando estos se comienzan a deteriorar o corroer, permitiendo la liberación de las fibras al ambiente. Y justamente el desprendimiento de fibras de asbesto en diversas construcciones está ocurriendo cada vez más, debido al paso natural del tiempo, trayendo consigo la amenaza de que tengamos más personas enfermas por asbestosis, mesotelioma, cáncer o afecciones pulmonares diversas.
Tras una ardua lucha por parte de las víctimas del asbesto, en especial las afectadas por Pizarreño S.A., se promulgó el Decreto 656 [3] en 2001, que detallaba la prohibición del uso de asbesto en todos sus tipos. Con ese decreto se creyó que todo iba a estar mejor, pues se prohibía el uso en futuras edificaciones y materiales. Sin embargo, no se abordó un tema de vital relevancia: ¿qué hacer y dónde confinar todos los elementos o materiales que lo contienen?.
En el año 2009 se introdujo una modificación insuficiente al decreto en su Artículo 9, que pretende abordar esta gran incógnita, donde se obliga a solicitar la autorización de la autoridad sanitaria para realizar cualquier intervención a un material que contenga asbesto friable; sin embrago, no existen fiscalizadores suficientes que logren catastrar y supervisar los cientos de trabajos y remodelaciones que se llevan a cabo con materiales que contienen asbesto en el país.
Asbesto en Coronel: la bomba de tiempo de Bocamina
Las consecuencias de la invisibilización de esta problemática, la irresponsabilidad del Estado de Chile por haber impulsado la utilización del asbesto en la construcción de diversos materiales de construcción en base a asbesto, el no contar actualmente ni con fiscalizaciones apropiadas ni planes de desmantelamiento seguros, ha dejado como consecuencia que cientos de trabajadores estén contaminados con este mortal mineral. Ejemplos para graficar esto son muchos, pero hay un caso que llama particularmente la atención debido a su contingencia actual, y es el acontecido en la central termoeléctrica Bocamina I de Endesa, en donde se han evidenciado dos situaciones de contaminación igual de graves: por un lado, la contaminación por la liberación de asbesto en las faenas de la termoeléctrica propiamente tal por el desgaste del material, y por otra, la contaminación que sufrieron los trabajadores contratados en 2014 para remover el asbesto de la industria termoeléctrica.
Bocamina I comenzó sus operaciones en el año 1970, y se construyó en base a asbesto cemento. A medida que el material fue cediendo, las fibras de asbesto se fueron liberando, siendo decenas de trabajadores contaminados, respirando las fibras de asbesto que no saldrían de sus pulmones. Es un hecho que varios trabajadores de planta de Bocamina I están enfermos o han muerto a causa del asbesto. Así lo han constatado diagnósticos médicos y testimonios de ex trabajadores, aunque lamentablemente no existen cifras exactas sobre este caso.
Frente a esta situación, pareciera ser que la multinacional Endesa se percató que les salía más rentable económicamente desmantelar el asbesto de su central térmica que seguir indemnizando a trabajadores enfermos de asbestosis o mesotelioma. Para esto subcontrató el año 2014, a la multinacional Akeron CAF Ltda., que quedó a cargo de realizar un proceso de saneamiento ambiental de asbesto, lo que al parecer era un gran logro pues, en su Facebook institucional Akeron manifestó el 1 de agosto de 2014 que “con placer informamos que el día de ayer hemos sido formalmente notificados que seremos los responsables de un enorme e importante desafío en “Bocamina I”, que va generar más de 300 nuevos puestos de trabajo durante el mes de Septiembre. Se trata de un proyecto ambicioso, (en Chile no hay empresas estructuradas especialistas en el tema): “Saneamiento Ambiental Asbestos”.
Según el relato de los mismos trabajadores contratados para estas labores, la empresa implementó medidas de seguridad laboral solo al comienzo, pues luego acortaron a la mitad el tiempo del programa de desasbestización arriesgando la vida de los trabajadores de Bocamina I y II, además de la ciudad de Coronel. Así lo narró Omar González a Semillas de Agua, ex trabajador de Akeron CAF: “Los primeros días la empresa cumplió, era un trabajo de seis meses que fue acortado a tres, y obviamente que al ser acortado a tres meses se quebraron, se rompieron todos los protocolos. (…) Los primeros 15 días se respetaron los protocolos usando mascarillas y ropa especial, “inclusive se cuidaba mucho de parte de los inspectores de Endesa de respetar los protocolos, pero después recibieron una orden de terminar este asunto lo antes posible”.
Los trabajadores afectados calculan que se removieron por lo menos veinte toneladas de asbesto-cemento desde Bocamina I. ¿Qué pasó con todo el asbesto que contenían esos materiales?, ¿A dónde fue a parar el asbesto?. Hay evidencia de la polución generada por la remoción del asbesto. Los trabajadores difundieron videos donde se veía que parte de la polución generada por la remoción de las paredes de la central térmica se disipaban liberándose hacia el exterior. No se respetó en absoluto el protocolo de encapsulamiento que exige realizar este tipo de faenas.
Así mismo, preocupa de sobremanera saber dónde se confinó todo el material removido. Las comunidades afectadas como Coronel, y las que sean vecinas de los lugares de confinamiento carecen de información adecuada, haciendo aún más grave esta situación. Ante esto, la gran duda que cabes es, si el proceso de remoción se realizó en forma paupérrima, ¿qué haría pensar que el transporte y la disposición final del material se realizó de forma adecuada?
El 20 de mayo de 2015 falleció un ex trabajador de Akeron CAF, que fue contratado durante el año 2014 para el proceso de saneamiento ambiental de asbesto en Bocamina I, Gonzalo Bulnes Neira de 31 años. Su causa de muerte aún es desconocida, pero durante sus últimos meses de vida comenzó a sufrir diversas afecciones pulmonares que finalmente le arrebataron la vida. Todo hace indicar que el haber estado expuesto a tales niveles de contaminación son la causa de su fallecimiento.
Toda esta situación parece un cuento de terror para Coronel, no basta con que esta comunidad hoy esté considerada como una Zona de Sacrificio, debido a la contaminación que sufre diariamente por el funcionamiento de las plantas termoeléctricas en base a carbón tanto de Endesa (Bocamina I y Bocamina II) como de Colbún (Santa María I y Santa María II, ésta última en proceso de construcción), ambas ubicadas en el corazón de la ciudad. A su terrible historial ambiental se suma este episodio de contaminación de asbesto.
Lo que ocurre en Coronel no es casualidad ni un hecho aislado, y lo peor es que seguirá ocurriendo mientras el Estado chileno no asuma su responsabilidad y adopte verdaderas políticas de remoción, así como también de educación y concientización sobre las verdaderas consecuencias del asbesto en la salud de la población.
No es posible que diariamente cientos de trabajadores manipulen materiales contaminados con asbesto, sin los conocimientos y equipamiento necesarios, pues se seguirán enfermando o falleciendo sin saber el diagnóstico, o quizás peor, cómo llegó el asbesto al pulmón de sus esposas, hijos o familiares.
Continuaremos siendo testigos de cómo la utilización inescrupulosa del asbesto sigue cobrando vidas. Pareciera ser que el tema del asbesto para muchos (as) no existe, mientras que a otros (as) les conviene que no exista.
Es responsabilidad de cada uno y una de nosotras demandar más información sobre esta injusticia socioambiental silenciada y ocultada. Exigir el derecho a vivir en un ambiente libre de contaminación es lo mínimo para iniciar este camino de conciencia sin retorno. Aún retumban en La Moneda las palabras de Eduardo Miño que gritó antes de inmolarse por las víctimas del asbesto el 30 de noviembre del 2001: “Mi alma que desborda humanidad, ya no soporta tanta injusticia”.
Por: Tania Muñoz
Unidos Contra el Asbesto
Fuente: Semillas de Agua
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1-. En 1977 Centro Internacional del Cáncer-IARC de la OMS, definió el asbesto como cancerígeno.
2-. Muñoz, T; San Juan, C. “Fibras Grises de Muerte. El silencio del mayor genocidio industrial en Chile” . 2013.
3-. Decreto Supremo 656/00 Ministerio de Salud. Chile. “Prohíbe el uso de asbesto en productos que indica”.