Valpo: La gente no puede morir por ser pobre

Si perdí tres pantalones en el incendio, fue porque sólo tenía tres pantalones para cambiarme ropa. Porque muchos ni siquiera tienen un terreno propio donde reconstruir. Porque levantar una casa fue el esfuerzo de años, de muchos, pero muchos años. Porque costó el sudor y el trabajo de varias generaciones, y hoy todo ha desaparecido en unos pocos minutos.

Por Denisse Espinoza de Retamales*

La gente no puede morir por ser pobre. No puede morir esperando una operación que le permita volver a caminar. Si tuviéramos un sistema de vida digno, Raúl Retamales Godoy – una de las últimas víctimas fatales que dejó el incendio de Valparaíso- hubiera caminado, hubiera trabajado, no hubiera tenido que vivir los últimos años de su vida en la miseria, de cooperaciones, o incluso, de las sobras de la casa de hermanos que vivían sólo un poco mejor que él. No hubiera tenido que sufrir el castigo de no ser pensionado por invalidez.

Si Raúl Retamales hubiera sido operado y hubiera podido caminar, él hubiera tenido una mejor vida, es más, él hoy tendría vida. No se hubiera tenido que tirar por las escaleras para intentar salvar la vida de su padre, que también estaba postrado, ni hubieran tenido que luchar juntos hasta el final por vivir.

La situación es triste, pero por sobre todo es indignante. Más aún, cuando para decorar el dolor de toda la familia Retamales –y de los que decidimos adoptar el apellido por amor- los canales de televisión deciden aprovechar la situación para el sensacionalismo, para jugar y especular con la confirmación de estas muertes.

Se desplegaron con parafernalia afuera de la casa de Raúl Retamales padre, sólo para sacar varios monos que mostraban a la familia en una situación miserable lamentando su pérdida, hacer una pequeña nota que puedan repetir varias veces durante el día y así hacer la pega.

Nuestro sistema de vida es cruel, el sistema de salud es cruel, el sistema laboral es cruel, los medios son crueles, porque olvidan (mos) que al frente hay una persona, otro YO, y no un producto para explotar.

Es entonces cuando a mi mente vienen una frase que siempre mi padre repite: “Así es la vida del pobre”. Y efectivamente así es. Vivimos luchando por no morir, luchando por tener una vida digna. Sabemos lo que es no tener para comer, lo que es subir y bajar el cerro a pie cuando no hay para el pasaje, lo que es matarse trabajando por unas pocas monedas que son trascendentales para vivir el día a día. Sabemos lo que es perder padres, herman@s, prim@s, ti@s, sobrin@s en las drogas y el alcohol y convivir con el microtráfico día a día. No sabemos lo que es tener atención médica inmediata, sabemos hacer filas y esperar años. No sabemos lo que son las vacaciones, jamás hemos viajado fuera del país, muchos ni siquiera fuera de la región en que nacieron. Nuestra única manera de celebrar es la comida, por eso gastamos irracionalmente en las fiestas conmemorativas. El sistema nos chupa la vida, nos estrujas hasta los huesos y nos hace sentir culpables si nos sentimos mal o queremos descansar.

Así vivimos el día a día y por eso duele perderlo todo. Porque si perdí tres pantalones en el incendio, fue porque sólo tenía tres pantalones para cambiarme ropa. Porque muchos ni siquiera tienen un terreno propio donde reconstruir. Porque levantar una casa fue el esfuerzo de años, de muchos, pero muchos años. Porque costó el sudor y el trabajo de varias generaciones, y hoy todo ha desaparecido en unos pocos minutos.

Hoy duele asumir nuestra realidad anónima, asumir nuestras pérdidas, nuestras muertes. Duele, porque la vida nos ha enseñado que para nosotros nunca es fácil, que el camino es largo, que la ayuda es poca. Hemos aprendido que no contamos con el Gobierno, que las cosas hay que hacerlas solos, porque el sistema se ríe de nosotros en nuestra cara y ni siquiera nos mira a los ojos. Sabemos que somos un pueblo fuerte, pero también estamos conscientes de que éste es un discurso aprendido para darnos apoyarnos entre nosotros mismos, porque probablemente eso, la ayuda mutua y el ánimo, son lo único que tenemos para salir adelante.

En una semana más, la familia Retamales no le importará a ningún canal y tendremos que seguir viviendo y enfrentando con miedo y ansiedad el día a día de un incierto futuro. Así como todas las familias damnificadas, así como todas las familias que perdieron a seres queridos, así como todas las familias pobres –llamadas clase media vulnerable por el sistema- que viven en el anonimato y olvido de un país que se jacta de su desarrollo.

*Denisse Espinoza es estudiante de 4° año de la Escuela de Periodismo, vivía con su pareja en el Cerro Las Cañas en Valparaíso, ella junto a la familia Retamales lo perdieron todo en el incendio, al igual que cientos de familias de nuestro Puerto, pero perdieron algo que es irrecuperable: la vida de dos seres queridos. Hemos compartido esta reflexión de Denisse, porque es una reflexión sobre la justicia social que es necesaria instaurar para que en nuestro país no se sigan viendo postales de tristeza, y los medios no se regocijen documentando a las mujeres llorando en el suelo, mientras las autoridades de turno se excusan de la desigualdad e inventan subsidios que no solucionan la problemática de fondo.

www.todosporvalpo.blogspot.com/

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